sábado, 26 de marzo de 2011

La Espiritualidad en cuanto línea de desarrollo

La espiritualidad como línea de inteligencia


“ Divine I am inside and out, and I make holy whatever I touch or am touched from;
The scent of these arm-pits is aroma finer than prayer,
This head is more than churches or bibles or creeds.
Divino soy por dentro y fuera y hago santo todo cuanto toco o me toca;
el aroma de estas axilas es más hermoso que la plegaria,
esta cabeza vale más que las iglesias, las biblias o los credos...”
(Walt Whitman. Song of Myself. 24)

Aunque muchas de las ideas que se irán exponiendo en este artículo pueden haber sido tratadas en otros anteriores, el enfoque global del mismo es otro, cosa que explica suficientemente la exposición de esta nueva forma de entender la espiritualidad.

Dentro de este blog ya he tratado el tema de la espiritualidad entendida como la plenitud del desarrollo de la conciencia. Ahora quiero tratar de la espiritualidad como una de tantas líneas de desarrollo, también llamada línea de inteligencia, como: la cognitiva, la estética, la moral, la psicosocial, interpersonal... Desde Maslow con su famosa escala de necesidades -fisiológicas, de seguridad, de pertenencia, de autoestima, de autorealización y de autotranscendencia-, pasando por Piaget, Aurobindo, Gebser, Dinámica Espiral -escala de los valores- hasta Jane Loevinger, muerta hace tres años, una ingente cantidad de psicólogos y científicos se han dedicado a estudiar (un estudio académico hecho desde fuera, no desde dentro de la experiencia espiritual) las líneas de desarrollo, o líneas de inteligencia, aportando así una luz enorme al conocimiento de la evolución de la conciencia. Algo que el reducionismo cienti(fici)sta, dentro del que caen los “mass media” occidentales, quiere ignorar en todo momento. Recuerdo la frase que repite en la trama y con la que acaba el film de Gutiérrez Aragón, La vida que te espera: “aquello de lo que no se habla no existe”.

Sigo aceptando como plenamente válida, también en la espiritualidad tratada como línea independiente de inteligencia, la noción de Paul Tillich sobre espiritualidad: “la preocupación por las cuestiones últimas”. Igualmente quiero recordar que lo auténticamente religioso -ya en otro artículo de este blog he distinguido las distintas formas de religión (Sobre la ciencia y la religión. Ed. 6/12/7)- lo identifico con lo espiritual.

Y “preocupación por las cuestiones últimas” han tenido todos los humanos de todas las épocas y continentes, o sea, todos han tenido una línea espiritual. Para unos su preocupación última habrá sido cazar lo suficiente para poder comer en ese día, para otros conseguir la vida eterna y para unos terceros someterse a lo que ellos entendían que era la voluntad de un Ser Supremo... No hemos de salirnos de nuestros tiempos para ver que esta tremenda diversidad a la hora de interpretar-experimentar lo que son cuestiones últimas sigue en plena vigencia entre nosotros. Tenemos a quienes hacen de un futbolista, de un deportista o de un cantante un dios, a quienes afirman la existencia de un Dios creador de ¿todo? cuanto es, a quienes colocan como su preocupación última el dinero, o la salud (corporal), o la entrega a los demás... y también tenemos verdaderos místicos cuya preocupación última es sencillamente SER y que todos -los seres sensibles- SEAN más allá de todo tiempo y espacio, de toda lógica racional, de todo ego y egoísmo... Como afirma el texto de Whitman que encabeza este escrito. Veamos todo esto con más detalle.

En 1943 Abraham Maslow ya percibía que cuanto más próxima se encuentra la persona a la autorrealización o plena humanidad -específico de lo humano-, más probable es descubrir que su trabajo está metamotivado, y no únicamente motivado por las necesidades básicas de supervivencia. Para las personas más evolucionadas, buscar la justicia, la verdad, la bondad, la belleza, es más importante que buscar la seguridad económica, la admiración, la posición social, el prestigio. Para ellas, los mayores placeres se hallan en satisfacciones transpersonales, más allá del egoísmo, como por ejemplo, ver que se cumple lo que es justo, realizar un trabajo eficazmente, hacer progresar la verdad, compensar la virtud, denunciar el mal, hacer el bien. Tienen el sentido de nobleza obliga. Disfrutan completando y propiciando la felicidad. Son generosos. El misterio les resulta atractivo. Disfrutan ayudando a la autorrealización de otros. Les causa gran placer conocer personas honestas, Expone el autor de La Personalidad Creadora que en el ser humano hay dos sistemas de fuerzas; uno que se aferra a la seguridad, tiende a defenderse por miedo y a retroceder al pasado. Asustado de correr riesgos, temeroso de perder lo que posee, le asusta la independencia, la libertad y la separación del colectivo. El otro es todo lo contrario, aspira a la libertad y a la autotranscendencia.

De entonces a acá los estudiosos del tema transpersonal han seguido trabajando y han conseguido muchos logros en el conocimiento de la evolución de la conciencia. Entre ellos en el de las líneas de inteligencia, también llamadas líneas del desarrollo.

En el artículo anterior sobre espiritualidad hablé de las tres etapas (de primer, segundo y tercer grado) de desarrollo de la conciencia y de que la plenitud de la espiritualidad se realiza en la culminación de la tercera de ellas. Describí la religión como la culminación de la tercera etapa. Ahora bien, en este nivel de conciencia sólo se encuentra el 1% de la población mundial. Son muchas personas en términos absolutos (¿seis millones?), muy pocas en términos relativos (1%). ¿Quiere esto decir que el resto de la humanidad no es, y sobre todo, no puede ser espiritual? ¿Para alcanzar una conciencia verdaderamente espiritual has de haber alcanzado el máximo nivel de conciencia? Parece que no.

James Fowler, profesor de teología y desarrollo humano en San Diego (California), miembro de la iglesia metodista, investigó esta línea espiritual del desarrollo como tal, como línea independiente del resto de las líneas, y tras una serie de revolucionarias investigaciones la ha cartografiado. En su libro: Estadios de la fe (Stages of Faith), presenta los siguientes estadios del desarrollo de la inteligencia espiritual:

Estadio cero:
Preverbal y prediferenciado que se correspondería con la época arcaica de Gebser, o con el estadio de supervivencia de la Dinámica Espiral.

Estadio uno:
Proyectivo-mágico, dominado por la primera persona. Se trata de una fe, o espiritualidad, fantasiosa, típica de los primeros años de la infancia y de los primerios milenios de la existencia de la humanidad. (Paralelismo entre ontogenia y filogenia). La magia sirvió... y sigue sirviendo como claro recurso contra la muerte y el sufrimiento. Y sigue estando muy presente en nuestras devociones populares. (El Cristo de Medinaceli es muy milagroso, ¡Rézale!..., celebrar los primeros viernes de mes para salvarse del infierno... dios me ha ayudado para que me curara del cáncer... ). Evidentemente hay muchas cosas más que sólo la magia en las devociones populares.

Estadio dos:
Mítico-literal, mitos e historias concretas. Las personas en este nivel de línea espiritual, son fundamentalistas, literales (la Virgen era virgen y basta, porque lo dice Dios), basada en mitos en su sentido peyorativo (fabulación), no en su sentido positivo en cuanto expresión humana de lo inefable, de lo esotérico. Mitos identificados con historias concretas con su lógica subordinación a la historicidad -supuesta- como fuente de verdad. Son dogmáticas e intransigentes. Se fabrican deidades a su medida. Se cree en la justicia universal y en la única religión verdadera. Es totalmente egocéntrico. En la ontogenia diríamos que corresponde este estadio a la edad de 10-12-14 años. ¿En qué se han convertido las celebraciones litúrgico-sociales de la Semana Santa? ¿Y la profanación que hemos hecho de la Misa dominical? No aparecen como apertura a la transcendencia, como invitación a la Vida, sino ¿al masoquismo para unos, al fanatismo para otros, a la vanagloria para algunos y para reforzar una situación de poder utilizando los sentimientos de la gente sin encauzarlos en su justa dirección?

Estadio tres:
Convencional, conformista, dominado por la segunda persona, por el tú. Es incondicional seguidor “en fe y costumbres” de lo que dice la institución (el tú), ya que el “yo” deja de tener el poder de afirmación y pierde seguridad. Como he dicho la persona (y el grupo pequeño) se hace a la forma de la fe de los otros, se con-forma, se ajusta a las redes sociales sin la más mínima actitud de crítica y revisión. Se trata del Cristo que ven los demás -¡no se me interprete como negador del valor de la comunidad!-, del Alá que ven los de mi grupo, del No-dios que afirma el grupo de los ateos... Su conciencia es la conciencia del grupo. Correpondería en la ontogenia con la adolescencia. Vemos que entre nosotros está muy extendida esta actitud espiritual tanto en lo personal como en lo colectivo. El nacional catolicismo.

Estadio cuatro:
Individual-reflexivo, es el inicio de la tercera persona. Se comienza a considerar lo que dice el otro. Se reflexiona con actitud crítica. Se toman en cuenta las múltiples perspectivas humanas de la Realidad. Se toman las riendas de la propia fe, aunque se opte por una postura atea o agnóstica, que no es sino una postura ante las realidades últimas: una espiritualidad que no tiene nada que ver con la visión tradicional que se tiene del significado de esta palabra, pero que no deja de ser por ello una postura ante las realidades últimas. En la ontogenia se produciría esta actitud en la juventud.
Por supuesto que en occidente se dan estos niveles de espiritualidad, aunque no sean tan abundantes como los anteriores y en casos se les designe con palabras inadecuadas, insultantes (hereje, traidor...). En modo alguno propugno que todos a quienes se les dirijan palabras inadecuadas e insultantes estén en este estadio.

Estadio cinco:
Conjuntivo, pluralista, sensible a la diversidad cultural. Se superan muchos de los elementos heredados de la “tradición”, sus símbolos, sus mitos, su unidimensionalidad, su reivindicación para sí sola de toda la verdad. Se asumen los relativismos y se transcienden las exclusividades. Nada es propiedad de nadie, sino todo de todos. La tierra es la casa común. El catolicismo habla mucho de la casa común, pero a la vez el Vaticano es el perro guardián de una doctrina que no es la Fe, que no es la Espiritualidad y que fue muy superada por la evolución de la conciencia en su filogénesis, y pese a todo la considera indispensable para “poder ser cristiano”.

Estadio sexto:
Posconvencional, comunidad universal. Transciende culturas y credos. Es el estadio de la Fe universal que asume en sí misma sin excluirlas pero transformándolas todas las formas espirituales de la evolución. La Fe es experiencia de la Totalidad.

Aun los teóricos-expertos de los estudios académicos sobre la línea de espiritualidad, que en buena medida son ellos mismos profundamente espirituales: místicos, añaden un nuevo estadio a los seis anteriores

Estadio séptimo:
Transpersonal o comunidad no-dual . Más allá de todo cuanto la razón conoce y puede decir.

Con estos descubrimientos hemos podido ver que la espiritualidad no está reservada a los niveles más altos de conciencia, sino que es factible a todos los niveles y que crece y se desarrolla a través de cualquier nivel de la misma, aunque sea en los más bajos de la evolución -tanto en el sentido ontogénico como en el filogénico-. Todo el mundo tiene, pues, algún tipo de espiritualidad, algún tipo de religión, sea el buscar comida, adorar a un Dios trancendente, amar a los demás, o vivir la no-dualidad, todo el mundo tiene una preocupación última.
Por tanto, podemos claramente afirmar que nadie carece de espiritualidad -aunque no todas las actitudes espirituales sean igualmente auténticas- hay una espiritualidad arcaica, una mágica, una mítica, una racional, una pluralista, una sistémica y una integral como mínimo. Todas verdaderas en su momento y lugar, según el nivel de desarrollo de la persona o de la comunidad, pero no igualmente válidas para todos los niveles. Por ello atacar desde una postura espiritual mágico-mítica (en la que está en gran medida el catolicismo oficial) al laicismo (que está en la línea reflexivo-racional) es una incongruencia total, y negarle (al laicismo) su espiritualidad es algo similar a que un niño de dos años negara a un adulto su humanidad por la sencilla razón de que el adulto no sea infantil. Por descontado que no podemos llamar religioso, aunque sea vagamente, a todo el catolicismo, ni pensar que todo el laicismo es espiritual, aunque sea vagamente.

El nivel es el grado de desarrollo o evolución, el grado de conciencia de la preocupación última. Y por lo tanto, si nos preguntamos: “¿En qué tipo o nivel de Dios creemos? Estaríamos preguntándonos por el nivel de línea espiritual en el que estamos (mágico, mítico, reflexivo, pluralista...). ¿A qué Dios adoramos? La respuesta nos dirá no si somos espirituales, sino en qué nivel está nuestra espiritualidad.

Con esto podemos ver que el sentido de espiritualidad en este aspecto de línea de desarrollo, es muy distinto del, ya quizás, más común como plenitud de conciencia.
Y si esto nos complica de por sí la visión de espiritualidad, hemos de añadir además que la conciencia en su desarrollo pasa por estados y por estadios, los estados son transitorios, duran un tiempo y pasan, los estadios son permanentes, quien haya alcanzado el estadio pluralista (meme verde superior) no puede volver al estadio mítico-literal (meme azul). Sin embargo, en cualquier estadio se puede tener una experiencia puntual -un estado- de otro nivel, una verdadera experiencia mística. Hay que advertir que muchos de estos casos son simples patologías del sujeto que afirma tener dichas experiencias. El problema que se plantea en estos casos es la interpretación de dicha experiencia (que en sí misma es de un nivel elevado de espiritualidad, por ejemplo de unión con el Universo), pero la interpretación la hace el sujeto desde el estadio de desarrollo en el que se encuentra. Si está en un estadio mítico-literal en occidente, interpreterá que se le ha aparecido Jesús, o la Virgen, que le ha enconmendado tal o cual cosa...y no habrá quien lo convenza de lo contrario. Será incapaz de separar la experiencia, totalmente válida y espiritual, de la interpretación de la misma que él hace y que es totalmente inadecuada al momento y al lugar -la tremenda influencia de la cultura personal-. ¿Quién haría caso de la misma? Quienes estén el el mismo nivel de desarrollo de la conciencia, en el mismo nivel de desarrollo de la línea espiritual. ¿Asumiríamos como válida para nosostros la interpretación que pueda dar sobre el Quijote una persona que no sepa leer?¿Qué hará un fundamentalista con una “experiencia cumbre”? Justificar su furor persecutorio contra los “infieles”, contra los que propugnan una doctrina y una moral distintas a las suyas.

En consecuencia de lo dicho nos podemos preguntar ¿Dónde está Dios? ¿Dónde el Misterio o Realidad Última? Pues el sentido último puede ser encontrado en muchas partes: en el buscar algo para comer, en el doporte, en el amor a los demás... ¿Da todo igual? ¿Es la materia la realidad primordial? ¿lo es la conciencia o el Espíritu?

Cuando los teóricos tratan de explicar la configuración de lo real, acuden a los cuadrantes. Cuadrantes son los distintos aspectos que pueden ser considerados en la Realidad, en concreto: el exterior individual -materia-, el interior individual -subjetividad, mente...-, el exterior colectivo -extructuras sociales- y el interior colectivo -cultura y todas sus formas-. La humanidad ha caido a lo largo de su historia muchas veces en un absolutismo de cuadrante, se ha puesto la realidad en uno solo de los aspectos de la Realidad. Para el marxismo la única realidad es la materia, para el idealismo, la mente o subjetividad, para los sistémicos la única realidad es la red de la vida, o el conductismo, para el postmodernismo, la cultura es la que crea, la que construye... Todos caen en el absolutismo de cuadrante, como sucedió en la antigüedad y medievo con las creencias. La Realidad está constituida por los cuatro cuadrantes a la vez sin exclusión ni jerarquía alguna. Hacer incapié en uno solo es una contradicción, es crear dualidad, es una grave error. La Realidad Última es la emergencia simultánea de los cuatro cuadrantes.

Y ¿Qué nos dicen los místicos sobre la Realidad Última? Pues los místicos son los que han llegado a los estadios más elevados de la conciencia y por lo tanto sus testimonios -cotejados- son los más válidos para un conocimiento verdadero. Para ellos el Fundamento Último del Ser no se presenta en términos mágicos, ni míticos, ni racionales...no es visto como algo que se evada de este mundo, sino como la Esidad de todo cuanto es, la Talidad, El Vacío claro del ser que abarca lo que es y lo que no-es. Una Realidad previa a cualquier conceptualización, que ha sido y es descrita de las más variadas formas y maneras: como Conciencia infinita, como el Yo de todo cuanto es, como Subjetividad absoluta, como Absoluto, como Testigo de los que sucede, como Sustrato en el que están impresa la realidad manifiesta, como Cristo, Trinidad, Libertad absoluta, Buda, Allah, como Plenitud... y toda descripción es válida a la vez que relativa, pues es una creación de la mente para indicarnos a los seres manifiestos Aquello que realmente Somos. Son señales para indicar el ¿camino? la Realidad.

Mas ¿qué prueba tenemos de que tal Realidad exista?

Una: desarrolle su conciencia hasta los niveles más elevados (cósmicos, transrracionales, ultravioletas)... y luego vea, palpe, toque, perciba, deguste; hecho esto, coteje sus experiencias con las de aquellos otros que llegaron hasta los mismos niveles. Encontrará el Misterio, la Libertad suma, el Resplandor del Testigo, la Presencia de Dios entre los pucheros.

Quiero acabar estas reflexiones con unas palabras de Wilber que dicen:

“Existen tantas “descripciones” de ese Espíritu como olas ultavioletas -el nivel más elevado- del despliegue de la conciencia. Pero todas ellas coinciden en que el Espíritu (llamémosle como le llamemos en cada cultura) es el Fundamento y Fin de toda existencia, una Realidad infinita que existe detrás, más allá, encima y como el universo manifiesto.”



José A. Carmona

miércoles, 2 de marzo de 2011

UNO-SIN-SEGUNDO. (La no-dualidad. Segunda parte)

Uno-sin-segundo

Creo que se puede afirmar que Occidente ha de aprender mucho de Oriente sobre la interioridad. Y que Oriente, a su vez, ha de aprender mucho de Occidente sobre la justicia social. Es fácil que muchos humanos con un cierto barniz de espiritualidad no-dual tiendan a desentenderse totalmente de las injusticias que día a día sufrimos los hombres, sobre todo sufren quienes están en peores “condiciones de vida”. Si todo da lo mismo -conclusión errónea, no-dual no significa que todo dé igual-, ¿qué más da estar en la miseria -no sólo económica- o en la abundancia? ¿Qué importa que unos hombres exploten a otros, o los maten...?
La no-dualidad no legimita en absoluto estas posibles actitudes. Quien así lo haya podido interpretar se ha equivocado del todo. Mejor, lo que ha hecho es interpretar -explicación racional- y además erróneamente -mientras estemos en la visión de “lo mejor o peor” no estamos en la conciencia no-dual-, y no experimentar. Quien experimenta la no-dualidad (en el cristianismo hablamos de la “Vid y los sarmientos, Cuerpo místico”. Son equivalentes homeomórficos, no exactamente algo idéntico) no se desentiende del tú, al contrario, asume al tú en el mismo yo-Yo, lo que deshace es el ego y con él el egoísmo, un método eficasísimo contra la injusticia distributiva y social -un forma muy distinta de la revolución social. Pero ¿menos eficaz? Quizás en Occidente lo podamos llamar ingenuo ¿han sido menos ingenuas todas las revoluciones?-. Recordemos el famoso voto del Bodhisattva (bodhi =iluminación, sattva=ser, el equivalente a lo que en el cristianismo llamamos santo, al verdadero místico, no identifiquemos santo con canonizado) que es la expresión del compromiso del mismo, un deseo espontáneo de alcanzar la última iluminación en beneficio de todos los seres que sienten. Lo que convierte a alguien en un bodhisattva es su dedicación al bienestar pleno de otros seres: “Que alcance la iluminación para el beneficio de todos los seres sintientes”, reza la petición que a diario hace el bodhisattva.
En lo que difieren claramente los sabios = experimentados orientales de nosotros, los occidentales con nuestra propia experiencia aunque no lleguemos a ser sabios, es en los medios que utilizamos para llegar a que todos los seres sensibles o sintientes alcancen la iluminación o la justicia. Aquí como en muchas, muchísimas, cosas la interculturalidad ha de ser una fecundación rica que nos lleve al “hombre nuevo”. Ese Hombre que está ejemplarizado en aquel que no empleó la violencia, ni se dejó intimidar por el poder; predicó el perdón y el amor; pronunció palabras que, según afirmaba, no procedían de él. No elaboró ningún sistema doctrinal; habló el lenguaje de su tiempo. Tuvo un nacimiento muy obscuro y una muerte más obscura aún. Y sin embargo, prometió su presencia permanente entre los hombres por medio de su Espíritu, y por medio de la comida -pan y vino- compartida.
Ejemplarizado en él y en todos los místicos axiales, Buda, Lao Tse... Y también en la gente que nos llamamos, y llamamos, “gente corriente”, que lo somos, que salimos de compra, vamos al trabajo, vemos la tele, utilizamos Internet o no utilizamos la Red.

Un ejemplo de este tipo de personas. Hace unos días hablaba yo con una querida prima hermana, Paqui Brea, por teléfono -ella está en Chiclana (Cádiz), yo en Badalona (Barcelona)- y me decía cosas como lo siguiente: “Yo no soy una víctima de la vida, lo que yo he pasado (una gravísima enfermedad que la ha tenido a las puertas de la muerte durante largos meses...) y lo que he sufrido (su marido ha tenido que ser operado en dos ocasiones en estado crítico y ella ha tenido que estar durante un mes -día y noche- con él dentro de una habitación aislada en un hospital. Un hermano suyo murió una noche cuando estaba de guardia haciendo el servicio militar, al ir a relevarlo, lo encontraron muerto...), todo ello pertenece a la Vida”. “Hay mucha gente que dice ¿por qué me ha tenido que tocar esto a mí? Pero yo siempre he dicho ¿Y por qué no yo?”

Realmente he visto en mi prima Paqui una auténtica vivencia de no-dualidad, de asunción en la misma Vida de todo aquello que nos duele, del polo que llamamos malo. Su palabra es presencia y muestra experiencia, este escrito mío es sólo reflexión, algo muy secundario, aunque reflexión sobre experiencias contemplativas también personales.

Quiero insistir en que la Unidad de la que hablamos en nuestra filosofía ontologicista, ese Uno que afirmamos de Dios, es uno por oposición a lo múltiple, se contrapone a dos, a tres... Es, pues, oposición a. En Dios no hay multiplicidad, afirmamos, lo múltiple está fuera de Él. Con esta expresión (Dios es Uno) estamos utilizando un concepto cuantitativo. Lo No-dual no puede ser llamado Uno en este sentido, puesto que no excluye lo múltiple, no se opone a ello, sino que lo transciende integrándolo. No-dual no es Uno (que repito se contrapone a dos, tres..., múltiple), sino Uno-sin segundo.

Lo No-dual está más allá de toda oposición, más allá de la oposición Ser y No-ser, sujeto-objeto, bien-mal, ser-conocer...
El Misterio carece de límites, toda descripción que se pueda hacer de Él no puede ser otra que “simbolizar” la ausencia de toda descripción. El Misterio no es ni esto, ni aquello, ni lo de más allá. En esta línea de la negatividad ha abundado también la teología de Agustín y de Tomaś de Aquino. “no podemos saber lo que es Dios, sino, en expresión del Aquinate. Quid non sit Deus” No sabemos nada sobre Él, el proceso de negación por abstracción no nos lleva tampoco a Dios pues es un proceso mental-racional, que simplemente nos lleva a una representación conceptual. Dicha negatividad es la vía apofática a la que ya he hecho referencia en la primera parte. Vía que expresa con palabras muy apropiadas el maestro Eckhart, en un discurso en el que hace una larga reflexión sobre el Ser, La Bondad y la Verdad: “...Y si Él no es ni Bondad, ni Ser, ni Verdad, ni Uno ¿entonces qué es? No es absolutamente nada”. Y en esta línea todo su sermón sobre el fruto de la nada, para terminar diciendo este “No-Ser es Ser Enaltecido” (Ed. Siruela, pag 87...).

Mas el hecho de que el Misterio carezca de toda determinación no implica que sea lo más indeterminado, lo más abstracto o vacío en el sentido occidental. Es todo lo contrario. Dice a este respecto Mónica Cavallé:

“... si bien nuestra conciencia dual, representativa y simbólica no puede concebir lo Absoluto (el Misterio) más que negativamente, este proceso de exclusión no termina en sí mismo, no conduce a un puro vacío o a una negación pura. Es sólo la propedéutica que permite abrir un espacio incondicionado (no tergiversado por los condicionamientos mentales) en el que pueda acontecer la visión-experiencia supramental, la captación positiva e intuitiva de lo máximante real y positivo: el desvelamiento de lo que pareciendo Vacío para la mente, no es sino plétora y totalidad...” (La sabiduría de la No-dualidad. Pag 74)(la cursiva es añadido).

En este mismo sentido de Plenitud han expresado sus experiencias de la Realidad (no-dual) todos los grandes místicos no-duales.

La No-dualidad es una enorme paradoja para nuestra mente. Transciende – niega asumiendo y supera a la vez- el principio de no contradicción, recoge en un solo abrazo el sí y el no integrándolos y transcendiéndolos. No olvidemos que el principio de no-contradicción es el centro de la lógica aristotélica. La No-dualidad transciende toda nuestra capacidad lógica, pero no es el pensamiento racional la única -ni la mejor, ¿quizás?- manera de “conocer”.

Quiero apuntar aquí unas reflexiones sobre el Uno-sin-segundo, la gran paradoja que inunda el pensamiento místico. El Absoluto, el Espíritu -como le llamemos- es a la vez lo más transcendente y lo más inmanente, mejor, El Absoluto, siendo lo más transcendente, inunda y sostiene toda la realidad inmanente, de modo que sin Él nada sería, ni la más mínima mota de polvo, ni el más pequeño electrón. Y sosteniendo ese mínimo electrón está “todo el Espíritu”. Por esta razón (está todo Él en todo y cada uno de los espacios y cosas, y en todos y cada uno de los momentos, es y no es, es sujeto y objeto sin ser sujeto ni objeto...), por esta destrucción de toda nuestra lógica aristotélico-cartesiana el único lenguaje sobre Él -sobre el Cristo que pregonamos los cristianos, Dios, la Trinidad, la Nada, el Vacío, Tao, Buda, Alá, Naturaleza, el Misterio,...- ha de ser simbólico y oximorónico, por esta razón sólo puede haber experiencia y un poco de explicación-exposición de la misma, necesariamente limitada por las posibilidades de la racionalidad, y enriquecida por la abundancia simbólica. (De ahí, pienso, la tremenda importancia de la liturgia vivida como símbolo: expresión transracional -que es lo que es-, como experiencia, nunca como ritual al que atarse. Y lo mismo tengo que decir de todo arte).

Jesús dijo, dice el evangelio apócrifo de Tomas,: “ Yo soy la luz que los ilumina a todos (no especifica el texto ese todos). Yo soy el Todo. (el) Todo ha salido de mí y Todo me ha alcanzado. Romped la madera: yo estoy allí. Levantad una piedra: allí me encontraréis.” (Apòcrifs del Nou Testament. Proa. Pa. 89). Este texto, y en general el evangelio de Tomás, tiene muchas concomitancias con muchos otros del evagelio de Juan, pero hay algo en el núcleo del mismo por lo que las primeras jerarquías no lo aceptaron como canónico. Hay un fondo gnóstico muy claro. Para la iglesia del poder jerárquico el Hijo y el Padre son dos hipóstasis diferenciadas, en este texto el Cristo, Jesús, no es una hispóstasis, es sólo la manifestación del Misterio, al que Jesús de Nazaret llama Padre en los evangelios canónicos Padre. No hay separación hipostática entre Padre e Hijo, como no la hay entre el rostro y la persona que se manifiesta en él, aunque podamos distinguirlos. ¿Una pura cuestión de interpretación racional que en modo alguno puede afectar a la experiencia de fe?

He citado este texto apócrifo con la sencilla intención de mostrar que en los comienzos del cristianismo existían muchas formas de expresar la fe en el Cristo, entre ellas esta que es claramente no-dual. “Todo ha salido de mí y Todo me ha alcanzado” Estamos acostumbrados a interpretar la palabra Todo con la lógica racional: Todo es la inclusión de todo ser. Pero... ¿y la Nada? ¿Puede quedar excluida del Todo? La Nada no es, diríamos sencillamente con nuestra visión ontologicista. ¿Pero qué hace posible que el Ser sea? ¿En qué contraste se da el Ser? ¿Por qué el Ser es ser y no nada, y la Nada es nada y no ser? No busco una causa que a su vez sería o Ser o Nada, busco el Todo -hasta la expresión busco invita a la confusión- ¿Acaso no hay oposición entre Ser y Nada? El Todo no puede ser solamente una parte de la oposición, integra ambas, integra la Nada y el Ser en el horizonte que hace posible que sea el Ser o la Nada. Ese horizonte es más que Ser y que Nada, siendo Ser y Nada a la vez en el momento intemporal, en el centro no-espacial.

“Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el Aliento (Espíritu- Ruah) de Dios se cernía sobre la faz de las aguas... (Gen 1,1...)” Con este fantasmagórico escenario -et Spiritus Dei ferebatur super aquas...(Vulgata)- comienza la la Biblia su narración de la creación. La descripción del Absoluto como creador y controlador está en la base de la visión religiosa judeo-cristiana, visión que ha dado y sigue dando muchísimos frutos de santidad e iluminación entre los hombres. La visión no-dual no asume en modo alguno al Absoluto como creador, gobernador, ni señor de nadie. Supondría que hay un otro fuera del Todo, con lo cual ya no sería todo. La visión no dual ni siquiera se plantea la idea de creación, sencillamente vive la experiencia no-dual. Es experiencia, y la experiencia es no-dual.
He comenzado el párrafo anterior citando el apócrifo de Tomás, quien pone en boca de Jesús expresiones no-duales y por tanto alejadas totalmente de la visión de creación. El pensamiento y sobre todo la experiencia religiosa del pueblo hebreo avanza a lo largo de la historia y hay momentos en los que esta experiencia apunta, sobre todo en sus místicos, hacia la no-dualidad, como en el caso de Isaías -no trato de la historicidad del personaje individual- que afirma que Yaveh dice: “Yo soy el Señor y fuera de mí nada existe” Es evidente que la frase está escrita en un marco de dualidad, se habla del Señor que supone un superior y un inferior, pero a la vez se apunta que no hay existencia fuera de Él -la no-existencia ni se plantea-. Lo mismo podríamos decir del prólogo del evangelio de Juan. Aunque, como digo, todo está escrito en la Biblia encuadrado en la dualidad: Hacedor-criatura. Es el núcleo de la religiosidad judía.

En la doctrina del Uno-sin-segundo todo está encuadrado en la integración y transcendencia. Su núcleo es no-dual.

Ya he dicho anteriormente que la afirmación de que Dios, o el Absoluto es Todo no es una proposición lógica. Si lo fuera es muy posible que nos llevara a una conclusión o bien panteísta, o bien que nos abocara a la idea de que el Absoluto es una especie de materia informe, confusa y homogénea. El pensamiento central de la filosofía de Wittgenstein es que no podemos hacer ninguna afirmación válida sobre la Realidad considerada en su conjunto. Si queremos hacer una afirmación sobre algo en su conjunto hay que salir fuera de él, y no podemos salir fuera de la Realidad. De ahí que no podamos hacer ninguna afirmación válida sobre el Absoluto o Uno-sin-segundo. Tendríamos que salir fuera de Él. No podemos afirmar de Él que sea “infinito”, por lo infinito excluye lo “finito” y en el Uno-sin-segundo nos hay exclusión. No puede ser definido ni clasificado, como he repetido reiteradamente.
La conclusión panteísta está muy lejos igualmente de la No-dualidad, a parte de que el panteísmo es una conclusión a la que llegan los panteístas por el discurso racional y la No dualidad no es ninguna conclusión racional, el panteísmo considera a las cosas como una parte del mismo Absoluto; en la No-dualidad se entiende que es todo al Absoluto y completamente (nunca una parte) quien se halla en cada punto del espacio y del tiempo.

Si asumimos la expresión de que “todo es Dios” como una afirmación lógica, no sería una afirmación sino un total contrasentido, porque decir algo de todo es decirlo de nada -algo similar a la que sucede con la palabra “cosa”, al afirmar “eso es una cosa” estamos en una pura tautología “eso es eso”-. “Que el Uno-sin-segundo es todo” sólo puede ser una revelación experimental, contemplativa, que podríamos describir: “Uno-sin-segundo es el que carece de opuestos”. Por tanto, ni siquiera un monismo sería una respuesta acertada, el monismo lo es por negación de otros, nunca por inclusión de Todo.
Dice a este respecto un maestro zen (Seng-t'san): “No dos no significa exactamente Uno, porque el concepto de Unidad pura, al excluir su opuesto -la Multiplicidad- es sumamente dualista. El Uno singular se opone a las Muchos plurales, mientras que lo No-dual los engloba ambos. Así pues, Uno-sin segundo no significa Uno opuesto a Muchos, sino Uno sin opuestos.”

El Uno-sin-segundo, precisamente porque es a-espacial y a-temporal, abarca, integra y transciende todo tiempo y todo espacio (todo el mundo manifiesto). Todo tiene cabida en Él, pero Él no puede ser comprendido.

Quiero acabar este pobre conato de señal indicadora con el primer verso del libro del Tao:


El Tao que puede conocerse no es el Tao”

Y con este versículo del evangelio de Juan (1,18)

“A Dios nadie lo ha visto jamás. Es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado”

José A. Carmona